viernes, 11 de febrero de 2011

Ser cocinero antes que fraile

Ya estamos a viernes y así casi sin darnos cuenta el próximo lunes nos plantamos en mitad de mes tratando de abordar el amplio mundo de la docencia desde la perspectiva del maestro/a tutor.

A nadie se le escapa que cuando uno opta por especializarse en un determinado campo profesional es porque posee una fuerte vinculación emocional hacia ese ámbito del saber. Así pues, si hace tres años opté por acercarme al magisterio desde la Educación Física fue en gran medida por el afectuoso recuerdo que guardo del deporte en mi infancia, del placer que siempre he sentido con el cuerpo y el movimiento, etc. en definitiva, es nuestra trayectoria personal (nuestro contexto) el que determina las decisiones que vamos tomando a lo largo de nuestra vida.

De este modo, enfrentarme este año a unas prácticas escolares donde lo general prevalece sobre lo particular y lo específico, suponían un nuevo reto que me ilusionaba e intrigaba a partes iguales. Sin embargo, después de dos semanas en la escuela sin ponerme el chándal en ningún momento empiezo a modular mis reflexiones sobre el particular y empiezo a darme cuenta que antes de ser fraile uno debe ser cocinero.

La experiencia de estar en el aula, compartiendo con un grupo cinco horas al día te obliga a cambiar la visión que uno tiene sobre la docencia. Digamos que uno dedica toda su formación a entender como el niño crece, se desarrollo, evoluciona, aprende en relación a lo motriz y lo corporal, y sin embargo, de golpe, te plantas en el aula y todo lo que te han contado sobre los niños debes adaptarlo a la quietud de los pupitres. El cambio de visión es considerable.

Después de dos semanas empiezo a vislumbrar que ser maestro es mucho más que ser especialista y dedicarse en cuerpo y alma a la educación física. Ser maestro significa atender a otros muchos aspectos que están presentes en el aula y que pasan más desapercibidos en el gimnasio. Así pues, no cambiaría mi formación específica por una tutoría, pero si reconozco que hay cosas que uno no ve hasta que no pasa por las cocinas de la escuela, por las aulas.

Ser especialista me permite atender al comportamiento de mi alumnado en las clases del gimnasio, donde pueden moverse, expresarse y mostrarse libremente. Sin embargo, el maestro tutor es testigo de como el niño debe adaptar sus necesidades corporales a la quietud del cuerpo silenciado en las aulas. Lo cual requiere grandes dosis de descentración por parte de el niño. Por su parte, al dedicarme a la especialidad en exclusiva tengo la posibilidad de impartir docencia a todos los alumnos de un mismo ciclo o etapa, sin embargo, el nivel de profundidad con el que uno conoce a estos niños se limita a las 2 horas semanales que compartes con ellos.

Siendo tutor, uno puede conocer mejor el contexto del grupo y de cada alumno. Compartir toda la jornada con los mismos niños condiciona indefectiblemente la relación que se establece entre adulto y menor. Sin embargo, esta conocimiento del alumnado está condicionado por los formalismos y rigideces que impone la clase. Si me paro a observar como es la relación del alumnado con lo corporal en las aulas, puedo darme cuenta de que el cuerpo aparece casi siempre quieto, limitado. En el mejor de los casos contenido. Y este hecho en chavales de tan corta edad, genera un agotamiento y un estrés que se percibe claramente en las últimas sesiones de la jornada.

También es cierto que siendo tutor uno tiene la posibilidad de intervenir globalmente con su alumnado, gestionar horarios, introducir contenidos transversales, adaptarse mejor al contexto, establecer cuñas motrices, etc. En definitiva, da pié a múltiples intervenciones difíciles de alcanzar desde el ámbito de una especialidad.


Así pues, después de dedicar unos minutos a reflexionar sobre los diferentes aspectos que condicionan la tutoría y la especialidad de educación física puedo afirmar que si bien mi corazón se inclina hacia lo corporal y lo motriz, la razón  me hace sospechar que es en el aula donde está la verdadera esencia de la educación. Es aquí donde el maestro despliega todo su ámbito de actuación, es el campo de batalla donde uno debe curtirse.

De este modo he de reconocer que aunque no cambio mi especialidad por una tutoría, pero también es cierto que considero útil y necesario dedicar varios años de mi carrera profesional a ser tutor de un grupo. Entre otras cosas porque la experiencia de pasar por las aulas será el marco ideal para forjarme como maestro, para conocer los secretos de la profesión y para poder ser un maestro de verdad.

Por todo ello repito que es bueno ser cocinero antes que fraile.

Si alguno de vosotros está interesado en el particular puede consultar las siguientes referencias:
GARCÍA FERNANDEZ, SUSANA "La tutoría en Educación primaria".Reflexiones y Experiencias Innovadoras en el Aula. (2009). Revista digital Didáctic@21.
MORENO FERNANDEZ, OLGA MARIA "Aproximación a la tutoría en educación primaria" Innovación y Experiencias eduactivas. (2009). Revista digital.
SAN ROMÁN GAGO, SÓNSOLES.  El tutor en primaria, reflexiones y propuestas. Revista digital
MARRODAN GIRONES, M.J. La acción tutorial en Educación Primaria (2009) Ed. Icce

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