sábado, 5 de febrero de 2011

Sobre la correcta gestión del tiempo y el espacio

La mañana de hoy ha dado pie a múltiples situaciones dignas de mención. Sin embargo, he de reconocer que después de impartir mis primeras clases de matemáticas y lengua con los chavales de segundo he empezado a reflexionar sobre los resultados obtenidos. Desde mi punto de vista y sin querer ser excesivamente benévolo he de reconocer que no se me han dado tan mal. Sin embargo, no todo es lo que parece a simple vista.

Nada más entrar en clase y observar las indicaciones que mi tutora de prácticas (a la que llamaremos de forma genérica con el nombre de Ana) estaba dando a los niños me pude dar cuenta de que algo no iba como se esperaba. Esta mañana habíamos decidido que yo me encargaría de realizar los exámenes de tablas de multiplicar y del repaso de lengua y mate para el examen de la próxima semana. Sin embargo, lo primero que hizo mi tutora fue repetir tareas que había realizado el día anterior.

Esta actitud me hizo darme cuenta de que algo no iba bien. Efectivamente había cumplido diligentemente con las tareas encomendadas en la jornada anterior, pero claro, las formas, los tiempos, los ritmos, los espacios, las maneras de explicar, de tratar al alumnado, etc. son distintas a las que habitualmente tiene Ana. Ella explica de maravilla y se prepara las clases concienzudamente, pero les exige mucho, a mi entender más de lo deseado para unos niños tan pequeños. Pone mucho énfasis en la ortografía, en la caligrafía, en la gramática y el cálculo, y cualquier pequeño error puede ser merecedor de su correspondiente reprimenda o castigo.

Yo sin embargo me limité explicarles la tarea, acompañarlos mientras realizaban los ejercicios y a corregirlos entre todos en la pizarra. Quedarme solo en el aula con los chavales me permitía implicarme en la tarea siguiendo mis propios criterios y ritmos de enseñanza-aprendizaje.

Después de reflexionar sobre el particular, de observar y analizar no solo lo ocurrido en la clase de segundo, sino en el resto de las sesiones me di cuenta de que la presión a la que están sometidas las tutoras por logar que los niños aprendan a leer, escribir y calcular con precisión y diligencia limita y condiciona en muchas ocasiones la gestión que este debe hacer de los recursos, de los espacios y del tiempo disponible.

Desde mi posición de estudiante en prácticas puede resultar muy fácil enseñar determinados contenidos, realizar lecturas, jugar en el aula de informática. Sin embargo, a la hora de la verdad, los padres no me exigirán a mi resultados. No seré yo la persona encargada de responder sus dudas, de justificar porqué fallan en ortografía o porqué se equivocan al hacer divisiones inexactas.

Precisamente por todo ello debo ser consciente de esta realidad, y si bien no debo renunciar a la forma que tengo de entender la Educación, a mis principios, a mi estilo de docencia, tampoco puedo dormirme en los laureles pensando que todo lo que pasa en la Escuela gira entorno a mis necesidades de estudiante en prácticas. Quizás deba estar más despierto para copiar y aprender de lo que veo en el resto de maestros del Cole y tratar de gestionar los ritmos de enseñanza, las exigencias de realización, el uso de los espacios disponibles, no solo en función de mis necesidades de docente aprendiz, sino también tratando de respetar los intereses y necesidades de los tutores. Auténticos responsables del alumnado. Quizás por todo ello no debería asumir yo la responsabilidad de quedarme con los chavales a solas.

Aprenderemos del día a día. Os lo aseguro.

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