martes, 8 de febrero de 2011

Tira y afloja

Después de una semana en las aulas aún me encuentro con grupos, con alumnado que tratan de probar hasta donde pueden llegar abusando de mi confianza. Encontrar los límites de mi paciencia es una actividad muy de moda entre los jóvenes estudiantes que muy a mi pesar, necesitan que alguien (quién mejor que yo  mismo) les indique qué hacer y cómo comportarse en clase.

Bien por ser profe en prácticas, bien porque saben que mi paso por las aulas es efímero en el tiempo, chicos y mayores tratan de descubrir que licencias pueden tomarse en presencia del nuevo profesor. En algunos casos se inventan comentarios que tratan de confundirme, haciéndome creer que su tutor habitual les concede determinadas prebendas que yo tengo la obligación de respetar. Otras veces, directamente cuestionan mi autoridad en el aula (los más mayores) y optan por ignorarme fingiendo un supuesto pasotismo con todo lo que se cuece en el clase.

Seguramente va en la naturaleza humana probarnos a nosotros mismos, estudiar y analizar el entorno, el contexto, a las personas que nos rodean y con las que interactuamos. Todo ello como referencia básica que nos permite dirigir nuestro comportamiento en sociedad. Además, son muchos los especialistas en la materia (seguimos los postulados del Profesor García Monge y el Profesor Vaca Escribano respecto al Tratamiento Pedagógico de lo Corporal) que afirman que la repetición sistemática de estructuras de funcionamiento permiten al niño conocer los límites de su ámbito de actuación, predecir lo que va a suceder en el aula, asimilar ritmos y rutinas de funcionamiento, etc. En definitiva, que el niño conozca hasta donde puede llegar le aporta seguridad en si mismo y en lo que tiene que hacer en cada momento.


Por todo ello no solo no me importa, sino que entiendo que es bueno y conveniente, que el alumnado se tome su tiempo para ponerme a prueba, observar mi forma de actuar, leer mi lenguaje corporal y en virtud de todo ello adaptar su comportamiento y actitud a las circunstancias de la clase.

Prueba de que este tipo de comportamientos sociales denotan altas dosis de inteligencia en el alumnado es la situación escolar de la que fui testigo esta mañana con mis niños de 2º de EPO. A groso modo la situación fue la siguiente:

En la hora del recreo parte del alumnado tuvo que quedarse en el aula castigado haciendo la tarea, en un momento determinado la tutora tuvo que ausentarse del aula para atender otras cuestiones. Fue precisamente en este momento cuando parte del alumnado se puso de acuerdo para ponerme a prueba generando una situación conflictiva. Decidieron generar una discusión con uno de sus propios compañeros que presenta un TDAH. Este al defenderse empujó a otro niño que aprovechó la escusa para ir a quejarse a la tutora sin hacer caso a mis indicaciones. Eran conscientes que la reacción de Ana sería llevarse al pobre "Pepito" del aula. Cuando esto ocurrió, el resto del grupo se congratuló de su éxito y decidieron que ahora se "quitarían de encima" a "Manolito" y después a...

Este suceso me hizo reflexionar y comprender que los niños de tan corta edad, tan solo 7 años, ya poseen una capacidad de abstracción lo suficientemente potente como para poder inferir las reacciones y comportamientos que tenemos los adultos. Y a partir de aquí, elaborar estrategias que les ayuden a conseguir sus objetivos. En este caso, deshacerse durante el recreo de la compañía de "Pepito" y "Manolito". Todo ello delante de mis ojos, en una clara demostración de fuerza en la que me transmitían nítidamente el mensaje de poder del grupo frente al individuo. Si son capaces de tener este comportamiento tan cruel con uno de ellos, ¿qué no podrán pensar para "deshacerse" del nuevo profesor? Es otro tira y afloja entre la conducta discente y docente que en este caso emplea el alumnado para tratar de mostrarme lo que son capaces de hacer.

Así pues, en mis manos está no dejarme llevar por la situación y ser capaz de ser yo quién controle al grupo.

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